En el transcurso de la vida no todas las experiencias culminan de modo que satisfagan las necesidades, ya sean corporales o de otra naturaleza. El proceso descrito de toma de contacto y de retirada del mismo, puede no seguir un camino funcional, la experiencia seria entonces patológica. Creo que es útil considerar, de acuerdo con G Francesetti, que la patología en el orden psicológico no puede ser considerada sinónimo de dolor, ya que éste seria funcional en muchos casos, y que es preferible utilizar la palabra “sufrimiento” para describir estos procesos. Este apartado solo es una introducción a lo psicopatológico que implica el estudio de estos fenómenos.
Un modo de encontrar una referencia teórica para entender el sufrimiento, es a través de los errores o pérdidas de funcionalidad en las funciones parciales del Self. Nos enfocaremos a describir las especiales modalidades de contacto que sustituyen entonces a las funciones habituales. A lo largo del tiempo, los teóricos gestálticos han denominado a estas modalidades “bloqueo”, “interrupción” o “desviación”. Estos términos son intentos de describir el fenómeno de alteración de lo más funcional. Considero más adecuado el término “desviación” pues sugiere que la excitación no queda parada, sino que cambia su modo de evolucionar desde el más previsible, a uno adaptado a la situación compleja que se vive. Además, ese término está estrechamente emparentado con el de “clínica” (clinamen)[1], muy apropiado para este contexto.
Vamos a repasar las posibilidades de desviación:
1. Puede que la desviación haya aparecido muy precozmente, en el momento en que se inicia el proceso de contacto (Pre-contacto). La excitación necesita para desarrollarse con libertad que la persona no interfiera los procesos perceptivos, esto implica permitir que se desarrollen libremente, que la espontaneidad dirija la conciencia. De este modo puede darse la diferenciación, entre todas las posibilidades de contacto, de alguna que tenga más interés. La persona siente que le está pasando algo, pero no necesita descartarlo a priori, ni “aparcarlo” enviándolo a un fondo prematuro del que no es posible recuperarlo.
Las interferencias en este caso pueden provenir de un proceso de poca consciencia en el que aparece ansiedad al abrirse a lo que puede pasar. Otros elementos desvían la atención, como forma “de aferrarse a un comportamiento acabado para encontrar en él alguna satisfacción, y como si la nueva situación fuera a arrebatársela.” [2] Es decir, el individuo persiste en alguna situación antenor que le dio algo, sin darse cuenta de ello, con el fin último de mantener el control puede que sobre esa antigua satisfacción y no arriesgarse, disminuyendo la ansiedad, a no conseguirla ahora.
Esta desviación toma forma en un modo de contactar especial, la confluencia, un estilo de “no-contacto”, en el que la persona está perdida en “su mundo” y no presente en la realidad. Pueden darse una serie de actitudes corporales de las cuales el individuo no es consciente, pero que revelan que está pasando algo y que la persona no es capaz de “conectar”, de darse cuenta de lo que está pasando. El terapeuta se siente perdido, solo. El apoyo consiste en el énfasis en la realidad, en la presencia viva del contacto interpersonal.
2. Otra posibilidad consiste en desviar el proceso durante la excitación (Toma de Contacto). La situación y la persona han mostrado la posibilidad dea lgo emocionante, pero el sujeto desplaza su deseo hacia el de otra persona. Si puede localizar a alguien en el presente, intenta que se haga cargo de la decisión sobre su necesidad o deseo. De esta manera disminuye la ansiedad que produce enfrentar la nueva situación, su propio deseo, la posibilidad de lo que piensen los demás. Este es el mecanismo de introyección. El producto que genera es una instrucción no “masticada” que llamamos introyecto.
Frecuentemente puede que la persona use algún introyecto en este momento, algo “tragado” de otra persona, como hemos descrito. Puede que de alguna figura importante para él y de la cual no quería perder el aprecio. Así, “escucha en su cabeza” instrucciones que oyó en su pasado, con lo cual la novedad pierde valor. Generalmente, el sesgo va hacia la autocrítica, hacia lo no apropiado de la respuesta (inmadura, impropia de mí, desagradable, ridícula, y un largo etc.), y frustra su necesidad mediante la inhibición. Aquí el control se ejerce para inhibir el impulso hacia lo que podría ser satisfactorio y también para conseguir el aprecio del “otro” introyectado (aquellas figuras de su pasado que, probablemente, no estén presentes en la situación).
3. La tercera posibilidad de desviación sería la proyección:
La excitación aumenta, si el Self se concentra y despliega va a crecer la emoción, va a aumentar la implicación con la realidad vivida, con la figura. Pero esto puede producir ansiedad, la persona no puede sostener esa excitación, se empieza a vivir como peligrosa y se desvía hacia el exterior. Aquí el otro no se ve como fuente de solución a una duda o inseguridad, sino como la fuente de una incomodidad.
“El individuo siente la emoción, pero flota a la deriva, no se asocia a la sensación activa del “Self” para que pueda existir en otro comportamiento expresivo. Ya que la emoción no surge de él, el individuo la atribuye a la otra realidad posible, el entorno: la siente “en el aire” o también dirigida contra él por el otro”[3]
De cualquier modo, la persona no puede (no quiere) asumir la propiedad de la excitación que ha desembocado en la emoción, esto sería inaceptable por algún motivo, le desborda, no puede sostenerlo, probablemente por miedo. Al retener la excitación, la ansiedad resultante es demasiado molesta y ser atribuye a lo único que queda, al entorno, generalmente al otro. Ya que no puede detener la emoción, para controlar la situación (para seguir manteniendo el statu quo), pone la emoción fuera de él.
4. En el caso de que la persona se comprometa plenamente con la situación del entorno, su excitación es ya muy alta, sus energías están en ascenso, las emociones se mueven (rabia, amor, tristeza, etc). El objeto deseado está ahora al alcance, sólo se necesita una pequeña acción hacia el exterior y abrirse, quizá confiar.
Si en estas circunstancias, esta persona no puede arriesgarse a dejarse llevar, a actuar ya sobre el entorno, necesitará interrumpir el proceso, por temor de que, si sigue adelante, esta energía, la emoción y el movimiento consecuente, pueda herir a otros o ser él mismo herido. Cuando ocurre esto la excitación se dirige hacia el único espacio que es seguro [4] (controlable), es decir, el propio cuerpo o la personalidad. Es el mecanismo de la retroflexión.
La persona trata de deshacer su conducta, volver atrás para no comprometerse en el resultado de la acción (que en su fantasía es el daño propio o ajeno), e impone su freno para no dejar salir esas energías, para no expresar. Pero esta actitud tiene su precio, la retención puede llegar a generar somatizaciones. También puede ir cayendo en repeticiones sobre lo que le resulta conocido que puede adquirir un carácter obsesivo. De cualquier manera, la persona puede llegar a paralizarse a pesar de tener muy claro lo que quiere y lo que siente.
5. Por último, puede haber una interrupción en última instancia, a punto de lograr el contacto final, cuando se trataria de abandonarse a la experiencia, por ejemplo, haciendo lo que se quiere o dejando lo que ya se acabó, relajando el control o la vigilancia. Esto permitiría el contacto pleno y el inicio de la asimilación, pero puede sentirse la ansiedad de desaparecer, de perderse en el otro o en la situación.
En ese punto el individuo puede aislarse a sí mismo, mirar hacia dentro para “…asegurar que ya no hay miedo a ningún peligro o sorpresa, antes de comprometerse consigo mismo”. [5]Así consigue retener el proceso, impedir el desarrollo espontáneo del mismo, no dejarse llevar, con un esfuerzo por controlar lo incontrolable y sorprendente”. A esta actitud se le llama Egotismo.
El individuo desconfía del mundo, evita correr riesgos controlándose y controlando el entorno, apropiándose de él, no para tener un mejor contacto, sino para adquirir una seguridad cada vez mayor en su propio poder (¿la ilusión de la omnipotencia?). Pero este control se asume a costa del funcionamiento espontáneo necesario para asimilar y dejar atrás la experiencia, con lo cual el sujeto no puede crecer ni cambiar, la emoción no acaba en una satisfacción relajada, sino en un trabajo más deliberado de control.
[1] SELLES. A. Bifurcaciones, una reflexión para una clínica enfocada en la persona. Cuadernos Gestalt, n° 0. Abril 2012
[2] PHG II 13. 4
[3] PHG II 13 6
[4] PHG II 13.7
[5] PHG II 13.8